En los tiempos donde las tiendas de aplicaciones en computadoras eran prácticamente un sueño, en algún momento tuviste que precisar un programa en particular y no sabías muy bien de dónde conseguirlo. Pero tras hacerte una búsqueda por Google, muy probablemente te habrás chocado con un sitio llamado Softonic.
Pensaste que te encontrabas en el destino correcto, lo cual a piori era cierto, pero antes de poder conseguir lo que deseabas te dabas cuenta que era necesario pasar por una etapa previa; usar su propio Downloader, el cual te aseguraba que ibas a conseguir el software desde los propios servidores de Softonic, y al mismo tiempo era analizado por diferentes motores antivirus especificando que estaba libre de malware. Sin embargo, las promociones que aparecían de las famosas "toolbars" y páginas de inicio parecían indicar lo contrario a lo que te prometían, y finalmente lo que en un principio iba a resultar ser algo sencillo, terminaba siendo un dolor de cabeza más allá de obtener la descarga correspondiente.
Sus orígenes
Primero hay que aclarar que Softonic no siempre contó con un gestor de descargas. Desde su nacimiento en 1997, empezó presentándose como un simple portal donde la búsqueda de programas no fuera una tarea dificultosa, teniendo todo al alcance. Algo similar a lo que es CNET/Download.com, pero en español.
Captura de Softonic en 2004. Todavía no habían rastros del famoso Downloader, aunque ofrecía otros métodos interesantes.
Como se puede apreciar en la captura, antiguamente contabas con tres métodos distintos. El gratuito y más genérico implicaba obtener el programa desde la web oficial del autor. Los otros dos eran de pago, pero podías conseguir tu software directamente desde los servidores de Softonic, asegurándote una velocidad más rápida, disponibilidad ilimitada y sin malware. Podías o bien enviar un SMS por única vez (solo en determinados países) o suscribirte a un plan privado, con tarifas mensuales y anuales.
El origen de Softonic Downloder data de mediados de 2008, donde estas últimas opciones pasaban a ser gratuitos, sin dejar de lado la opción paga. Pero como suele ser habitual en este tipo de cosas, a cambio tenías que bancarte la publicidad que llegaba en el mismo gestor. Desde barras de herramientas que se te instalaban en el navegador hasta distintas herramientas de limpieza y supuestas soluciones antivirus, que muchas veces no eran más que un fastidioso rogueware. El problema en sí no era lo que se ofrecía como adición a lo que realmente querías descargar, si no la imposición a instalar ese tipo de cosas, que casi siempre se hacían sin el previo consentimiento del usuario.
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